no-de-ja-ron-mue-ble en-pie-za (8)
Cuando amanece detrás de un templo, con ojos canzados y ojeras negruscas, en un pueblo desértico de singularidad y abundante en piedad; el mañana es cielo inalcanzable para la rutina patosa que se mezcla entre tragos de mezcal y polvo de caminos con tierra suelta y ligera como la moralidad, como la doble moralidad del pueblo y su lenta rutina; el mañana siempre es un hoy perenne, septentrional límite entre la marginalidad y la tosca modernidad: ambos lados comulgan del mañana suntuoso; lujo de la detención del tiempo que los habitantes del pueblo promulgan y vivencian.
"Lucha contra el peso aplomado que le desciende de garganta al pecho. Lucha contra el rencor, el odio, y la rebeldía. Lucha contra toda la vida provinciana, contra los chismes y las buenas intenciones y los sanos consejos, contra el cura (...), contra el que delata, contra la moralidad, contra la familia, contra sí mismo", escribió en su tiempo Carlos Fuentes, pregonando de forma poética el sentir de una desmesura de aburrimiento e incomprensión dentro de los limites territoriales de la vida provinciana, dentro de la letargia; combatir y dar guerra, perseverar por la creatividad en medio del desierto, contra los vientos del apaciguamiento.
"Lucha contra el peso aplomado que le desciende de garganta al pecho. Lucha contra el rencor, el odio, y la rebeldía. Lucha contra toda la vida provinciana, contra los chismes y las buenas intenciones y los sanos consejos, contra el cura (...), contra el que delata, contra la moralidad, contra la familia, contra sí mismo", escribió en su tiempo Carlos Fuentes, pregonando de forma poética el sentir de una desmesura de aburrimiento e incomprensión dentro de los limites territoriales de la vida provinciana, dentro de la letargia; combatir y dar guerra, perseverar por la creatividad en medio del desierto, contra los vientos del apaciguamiento.
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