miércoles, 9 de octubre de 2019

De tejer palabras (Parte II)

El circulo crecía y a veces parecía ser triangulo, esfera, cilindro o cuadrado. Los nombres subían y bajaban de una lista, bitacoreando en eventos, entre reinas e indígenas, entre caciques culturales e indigenistas; las palabras perfumaron el otoño en el pueblo, la juventud escupe versos al viento, de madrugada entre la violencia, alcohol, fiestas y promiscuidad...
Ya no podría decir que era cosa de un par; los meses de agosto y septiembre se agitaron de encuentros, tertulias y discusiones poéticas; cada semana conocí a un nuevo poeta local, a una poetiza de lirica contemporanea. Los nombres me daban vuelta en la médula, en la letrística y los estilos. 
Tejemos los domingos sobre todo, entre semana los académicos, y los jueves o viernes era para leer mientras bebíamos y beber mientras nos conocíamos, reconociéndonos en lo que escribíamos... yo aun prefería los lunes, letárgicos, pueblerinos y solitarios para el oficio de la escritura y la lectura compartida; la agenda estaba llena y apenas iniciaba octubre.
El café para turistas cada día lo sentíamos más propio, más intimo: de Sara apenas y me quedaba su recuerdo, la mirada con la que me asesinaba y me dejaba pegado al piso lamiendo vocales y escurriendo en humo pesado. Estaba santificando a esa mujer, idolatrando su ideal por medio de poemas de amor, de epístolas sin enviar, de cuentos sin publicar y generando un devenir lingüístico que antes no hubiera imaginado; mis palabras ahora eran tejidas para cubrirla a ella.

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