miércoles, 29 de mayo de 2013

Tú ausencia

Una vez te platiqué que no me gustaba que me abandonaran... y te lo tomaste tan personal que saliste huyendo antes de que algo pasara.
No nos conocimos y así lo quise.
Nos veíamos un par de días a la semana para no hablar, a veces, por las tardes, no íbamos por nieve y tú favorita no era ya la de vainilla. Tampoco paseábamos en bicicleta por que ya no te daba miedo. Y ni hablar de todas las veces que no fuimos a tomar café.
Recuerdo como nunca me presentaste a tus padres y como es que ningún día te invite a salir con mis amigos.
No paseamos entre las calles de la ciudad por la noche y menos que nos diera por gritar a todo pulmón en medio de tanta luz artificial. Para que decir que no fuimos a ese mirador a no encontrarnos con ese suburbano paisaje de luces nocturnas que hacen el triste símil de las estrellas y no me recordaban tú parda piel llena de lunares.
Así las cosas, el tiempo pasando y los sueños no compartidos pero coexistiendo de alguna extraña manera.
Nos la pasábamos fenomenal; yo no sentía ya en el pecho ese sobresalto tan inquietante que nunca tuve cuando te veía y  tú no mencionabas eso de las mariposas que no sentías en el estómago. No nos marcábamos en ninguna hora del día y no nos preguntábamos cosas como el por qué de tantos fracasos en las relaciones de pareja o el por qué de ciertas relaciones se tornaran tan posesivas o la imposible pregunta nunca formulada de que nosotros que no éramos.
No nos miramos en público con esa mirada de complicidad que por nada establecimos y que los demás no entendían, y yo no te platique de mi Dios, ni te hice poemas o te mande cartas de amor donde te escribía de lo que nunca quise que te enteraras. Para mi lo mejor era cuando no me celabas y no me decías que dejará de fumar tanto y nunca discutimos por nada, o algo que se acercase a eso que entre parejas llaman malos momentos.
Y todo este tiempo yo me sentía lleno de energía y más vivo que nunca, no me perdía con ilusiones y no me quedaba despierto hasta  tarde sin pensar en ti. No tocarte despacio ni que me hablaras al oído era muy cotidiano. Tampoco olvidaré como no te vi trabajar afanosamente toda una noche de desvelo, en la que no me quede a tu lado sólo por acompañarte, mirarte tan apurada, y fumar sin interrumpirte. O como en otras ocasiones, no disfrutamos nuestros silencios compartidos, cada cual con su propia lectura o tarea. Y no supe de tus gustos y preferencias, tampoco me enteré de tus secretos y no supiste jamás de mis miedos y no me mostraste el final de la película que nunca empezamos y nunca terminamos de ver.
De esta forma también pasaron los días sin que compartiéramos música ni nada, porque tú desde el inicio te habías ya ido y yo me quedé hablando de los días en que me la pasaba al lado de tú ausencia. Fin.

No hay comentarios: