domingo, 10 de marzo de 2013

Caballo y Tú.

Ahora que lo pienso, no sé de donde le haya venido ese apodo. Cuando le conocí, ya todo el mundo le llamaba de esa forma; por eso muy pronto supe como referirme a él, yo que soy de tan mala memoria para retener nombres.
Él llegó a trabajar a la misma fabrica donde yo trabajaba, en una época en la que los trabajos escaseaban por doquier, por eso le cuidábamos, o no...
En aquellos días, tomábamos muchas cervezas ya que terminaba la jornada y cuando estábamos trabajando también. La mayor parte del día nos lo pasábamos ebrios y solo pensando en la forma más fácil para conseguir jais y más plata. Grandes cantidades de plata decía él.
Una de las ventajas de trabajar con tu compañero de parrandas es que se solapan mutuamente. Así, cuando él dormía yo trabajaba, y cuando yo dormía le tocaba a él trabajar. Cuidarse de los supervisores era un fastidio: Había uno en particular, Pedro. Éste tipo siempre nos fastidiaba a el Caballo y a mi cuando nos tocaba laborar en su turno. Tenia por costumbre hacer esa estúpida señal con la que te apuntas hacia los ojos con los dedos indice y medio para después señalar a alguien e indicarle que lo tienes bajo la mirada. Era un asco de persona y católico.
Me agradaba bastante la facilidad con la que el Caballo contaba para conseguir jais, y por lo general, conseguía una par: una para él y una para mi. A veces eran más de dos. Si bien compartíamos la idea de que  la mediocridad de los hombres se demuestra en la forma en como atrae a las hembras, él llegó a ser el más grande mediocre que se las arreglará para atraer a cualquier mujerzuela.
Recuerdo una vez en que estábamos en su casa con dos tías y una botella de tequila. Esas chicas sabían muchos juegos por demás eróticos y cachondos. Y ya todos calientes, el se llevo a la mejor de las chicas a una habitación. Yo me quede con la otra ja y un resto de tequila ahí en la sala.  Como en nuestra cultura aun es extraño que una tía tome la iniciativa y como yo no he sido muy bueno para desnudar a las jas; hice lo único que se me vino a la mente y que no pocas veces me había funcionado: usar la fuerza. Me le quede viendo a los ojos sin decir nada y ella sostuvo la mirada por un par de minutos, y cuando vaciló un poco y desvió la mirada, me le abalance, la sujete de las manos y mientras con la mano derecha le rasgaba y terminaba por arrancarle la blusa, mi boca se acerco hasta su garganta y con mi lengua le lamia violentamente el cuello. Ella, incrédula hasta entonces, comenzó a caer en cuenta de lo que ocurría y soltó una serie de agudos y fuertes gritos mientras que una de sus piernas se contorsionaba y lograba patearme justo en el estomago. Le solté. Ella salió corriendo y con las tetas de fuera. Estaba loca esa tipa.
Y así pasaban los días, uno tras otro. En aquellos meses yo me entretenía leyendo sobre el complejo Fitzgerald ("oh well, whatever, nevermind") y poco a poco me daba cuenta de lo hermosos que puede resultar el establecerse dentro de una rutina. Es cierto que ahora ya no estoy enamorado de la monotonía, ya simplemente la vivo. Pero en aquellos entonces, cuando trabajaba con Caballo, resultaba tan impresionante y delicioso el darse cuenta de como el trabajo, las amistades y las jais y diario lo mismo, no importaba realmente mucho si las amistades, el trabajo o las jais cambiaban, siempre hay oportunidad de nuevas amistades, nuevos trabajos y nuevas jais...
Una vez fuimos a una fiesta: demasiados estudiantes; chicos de cabello largo y pantalones rasgados, las chicas con moicanos y lentes grandes. Esnobismo por doquier, mucho yonki y mucho hipster, muchos tatuajes y perforaciones. Unos estudiantes me hacían reír bastante contándome de que ellos y solo ellos tenían los mejores lugares y los contactos más privilegiados para organizar las fiestas más élite de la comunidad universitaria, decían tener la neta del planeta, pero estas conversaciones si bien en un inicio me parecen ingenuas, inofensivas y graciosas, terminan hartándome. En sí, estaban completamente borrachos y ni siquiera entre ellos se soportaban, tampoco se soportaba cada uno a si mismo, por eso bebían, por eso y para divertirse. Para mi buena fortuna, después de un rato de seguir con esos chicos bebiendo, uno de ellos, con su melena y todo, me alcanzo una pipa con hachís. Ya estaba la fiesta prendida, comence a pensar una ves hube fumado de la pipa. Luego vi como el Caballo subía al piso de arriba con una morena de cabello muy rubio, una buena combinación de piernas, caderas y busto pensé en decirle ya que tuviera la oportunidad. No sabía que no le volvería a ver. Yo me quede un rato más en la fiesta, bailando con una tía que me dijo que era estudiante argentina y que andaba por estos lares de intercambio, como se veía muy mojigata y educada, sabiendo que no conseguiría llevármela a la cama, salí de la fiesta sin esperar ami compañero de parrandas.
Al día siguiente en la fabrica, no vi al Caballo, ni al día siguiente del siguiente, ni siquiera al día siguiente del siguiente del siguiente. Ni Pedro, ni nadie supo ya nada de él y yo continué bebiendo y ocupándome de conseguir plata para la cena.


Tú conociste al Caballo en el trabajo. No supiste nunca por qué le decían así, pero igual todos le decíamos de esa forma; por eso supiste como llamarle y muy pronto se convirtieron en buenos compañeros de juerga.
En esa época les gustaba tomar mucha cerveza, tomaban cuando terminaban su jornada e incluso cuando estaban laborando. Pasaban la mayor parte del día ebrios y hablaban solamente de como conseguir chicas y plata. "Mucha plata" decía el Caballo y soltaba un suspiro después de eso.
Eran muy buenos compinches, yo les veía como trabajaban y se avisaban cuando se acercaban los supervisores y alguno de ustedes dos estaba durmiendo. En especial les fastidiaba Pedro. Cuando él no estaba, se burlaban de su religión y de lo estrecho de mente que les parecía, y lo lo bronqueaban todo el tiempo fuera de la fabrica. No lo soportaban.
Todas las noches buscaban tías y el Caballo decía que tenía mejores cosas en que pensar o que hacer que no fueran mujeres. Igual y era él quien más frecuente las conseguía y siempre se hacían acompañar de chicas que no sé de donde sacaban.
A veces me contaban sus andanzas de la noche anterior, como la vez que una loca salio corriendo desnuda de la casa del Caballo porque la intentaron violar.
Se les veía tan conformes; ne hacían más que trabajar para conseguir plata que gastaban en vino, cervezas y cigarrillos. No tenían aspiraciones y se les veía tan alegres y borrachos todo el tiempo.
Entonces, un día el Caballo falto a trabajar y ni siquiera tú sabias donde estaba. Me contaste que le habías dejado con una morenaza, en una fiesta de estudiantes y que eso era todo.
A el Caballo ya no lo volví a ver, tú tampoco según supe. Dejo de ir a la fabrica quien sabe porqué y tu seguiste frecuentando los mismos bares y a las mismas chicas que solían frecuentar.
A ti en la fabrica igual se te encontraba contento y borracho. Pero Pedro empezó a descubrirte dormido o bebiendo whisky a escondidas dentro del baño. Hasta que llegó el día en que te hablaron a la oficina del gerente, y al final, después de media hora de estar con el Director saliste con un sobre amarillo y la sonrisa más grande que jamás te había visto.















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