Comiendo un sándwich con las manos heladas y el tiempo que
no deja de acumularse. La reivindicación
humana se apropia de mi espíritu posmoderno con el recuerdo de la poesía de Whitman,
pero es efímera ya en este tiempo de saturación….
El hombre de las masas habla cuando se expresa con frases
como “porque yo soy el otro”. Entonces salgo a la oscuridad, es muy temprano. Y
del alba ni sus luces. La mirada y la sonrisa de una mujer fría y de pelo corto, su voz cadenciosa y
labios delegados. Una vez tuve un sueño pero desperté.
Y ya en el trayecto hacia la soledad; lo ridículo. Un hombre
en una ciudad, un gato dentro de un auto. Ya escuche antes que muchos gatos
mueren atrapados en el motor de algún automóvil. Pero esta vez hablo de mí y no de autos o de
gatos. Aun a si el gato maúlla y el hombre grita. Interesante, irrelevante. Una
burla más de las miradas entrometidas. Y ya al final, cuando todo esto acabe y
el tiempo haya transcurrido con su ritmo monótono y acumulable (siempre más
tiempo, ¡y el que nos falta!) el gato y el hombre igual morirán.
Saltan los saltamontes ocultos en la maleza conforme avanzo
con paso seguro entre el verde ultimo del año. Un rastrillo que peina un pasto
seco lleno de hojas del ultimo otoño y es arrastrado frenéticamente por el
chico compulsivo que limpia los jardines de lo indeseable, jardines insalvables.
Ahora el sol ilumina; antes eran penumbras. Yo le ruego a un
libro cerrado para que me favorezca. Una idealización más.
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