Nos vamos a morir con palabras atoradas en la garganta.
Ahogados por las palabras que no dijimos; y las cartas que no escribimos.
Moriremos viejos de tantos besos que nos faltaron.
Flacos y escuálidos moriremos de hambre de amor que nos invadía las entrañas.
Moriremos en la desértica y árida piel reseca de nuestro verano, piel reseca de caricias faltantes.
Con los ojos secos, moriremos de no reconocernos en esta vida.
Con el corazón seco, sin sangre, deshidratado del afecto que no nos invadió y no compartimos.
De tanta noche fría
De la distancia inexistente.
De ignorancia del compromiso.
Moriremos en verano
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